"Mi jardín es mi más bella obra de arte"

Claude Monet

Flora - Traje Vegetal

FLORA
por Claudia Bonollo

“Madre de las flores, ven, que has de ser festejada con juegos y regocijos”.

Así invoca el poeta Ovidio a la diosa Flora el día en que se inician los festejos. Y aprovechando la benevolencia de la diosa, el poeta le pregunta quién es ella, entre otras cosas, responde:

“Gozo de una primavera eterna: el año está siempre sonriente,
los Árboles tienen siempre hojas, la Tierra siempre pastizales.
Tengo en los campos que constituyen mi dote un jardín exuberante: el viento lo respeta, una fuente de agua cristalina lo riega.
Mi marido cubrió este jardín de flores generosas y me dijo: “Tú, diosa, ostenta la soberanía de las flores”.
Yo quise muchas veces contar la serie de colores y no pude; su cantidad sobrepasaba la cuenta
¿Piensas tal vez que mi soberanía se limita únicamente a las tiernas coronas?
Mi poder divino afecta también a los campos de labranza.
Si las meses cuajan bien las flores, habrá Era rica;
si cuaja bien la flor de la viña, habrá Vino;
si cuajan bien las flores del Olivo, el año será muy fértil.
La miel es regalo mío, yo soy la que convoco a los Insectos que producirán la miel
a las violetas, los codesos y los tomillos blanqueantes”.

Invocación del poeta Ovidio

El traje vegetal que presento para Fashion Art ha sido inspirado por la Diosa Flora, que en la mitología romana se consideraba la deidad de los jardines, la primavera y las flores. Esposa de Céfiro, el Dios del viento, el cual se enamoró de ella y la raptó, donó la miel a los hombres y la dulzura.

En honor a dicha figura, exuberante y hermosa doncella adornada con flores, cuyo equivalente en la mitología griega era Cloris, tenía lugar una gran fiesta entre los meses de abril y mayo que era conocida como Floralia y que se caracterizaba por una serie de bailes, ofrendas florales y bebidas con los que se celebraba la primavera y la renovación del ciclo vital.

La más hermosa representación de Flora la encontramos en el famoso cuadro la “Primavera” de Sandro Botticelli. El artista sitúa la puesta en escena de su pintura alegórica en el jardín sagrado de Venus. Céfiro y Cloris representarían la fuerza del amor sensual e irracional, que sin embargo es fuente de vida (Flora) y, gracias a la mediación de Venus y Eros, evoluciona a un estado más perfecto y elevado (las Gracias), para luego ascender hacía las esferas celestes guiado por Mercurio. La pareja formada por Céfiro y la metamorfosis de Cloris en Flora representa la alegría de la naturaleza, sin embargo la primavera a la cual se alude no tiene que ser entendida únicamente como estación del año, sino como fuerza universal cíclica con un enorme poder de regeneración.

El sueño de una “eterna primavera”, reinterpretado aquí en una versión más contemporánea, ha sido desde el principio, uno de los deseos y de las esperanzas más intensas de la humanidad, y en este traje ha sido posible reproducirlo mediante el empleo de plantas naturales estabilizadas, que han pasado por un delicado proceso que las preserva, así que no requieren mantenimiento ninguno: ni agua ni luz.

Nuestra versión de la Diosa Flora, no exente de un toque de humor, mezcla estilos distintos con una clara influencia oriental. En el traje están presentes tanto la pintura (producto de la superposición de ramajes y flores en positivo y negativo) como la naturaleza (musgos y líquenes coloridos naturales), flores y hojas. Insectos, mariposas y pájaros evocan en cambio la vida en el jardín.

Es paradójico como el color ecológico por excelencia, el verde, que ahora se asocia inmediatamente a la naturaleza, a la cabaña ancestral y maternal heredera de la gruta, a un lugar mítico y protector donde refugiarse de las amenazas cósmicas, sea unos de los colores más difíciles de reciclar y también uno de los menos estables en pintura.

Sin embargo, el binomio verde y naturaleza que ahora nos parece casi obvio es una asociación relativamente reciente ya que no siempre fue así: en el medioevo era el agua y no la tierra a ser “verde” y ei verde, más que evocar su origen natural, reflejaba más bien su naturaleza divina, excepcional o extraterrestre. Era el color de las criaturas sobrenaturales, de los caballeros mágicos y misteriosos, de reptiles y dragones con la misión de custodiar un misterio profundo.

Están presentes aquí no sólo y no tanto los verdes obtenidos de la mezcla de amarillo y azul (como en la paleta del pintor) sino también los dos colores que componen el verde con tonos y matices muy variados y evocativos: turquesas, celestes, cobaltos, esmeraldas, ambarinos y dorados.

En el “manto de Flora” todos los colores presentes aluden al verde en su abanico simbólico más amplio y cada matiz cada representa un aspecto preciso de su universo polisemántico. Verde es el color de la esperanza, de la fortuna y de la juventud, del caso y de la fatalidad. En el verde de los prados se celebraban los dueles y hoy en día las contiendas deportivas y en las alfombras verdes de las mesas de juego “Les jeux sont faits” y se sigue jugando nuestro destino.

El verde divino de Flora evoca aquí un mundo botánico en transformación. Al final y al cabo, el verde es el color que mejor representa la metamorfosis.
Apelemos a Flora y a su enorme poder de regeneración para construir un corpus alegórico renovado, en una ofrenda alegre y llena de esperanza para que la tierra vuelva a florecer.

 

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